No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.” En medio del trajín que se vive a diario, de las circunstancias que pueden llegar a agobiar nuestras vidas, El Señor nos dice; Oren sin cesar. Cuando oramos no lo hacemos por una obligación autoritaria, sino que recurrimos a un diálogo íntimo con Dios, como hijos que tienen un Padre Bueno, Proveedor y que nos ama. Orar es abandonarse en las manos de Dios no sólo en nuestras peticiones, sino en nuestra existencia.
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